lunes, 27 de octubre de 2008

José Villagrán García, Maestro de la Arquitectura Moderna


Desde 1937 José Villagrán García fue reconocido públicamente como el incuestionable maestro de la arquitectura moderna en México.Esta posición, tan sobresaliente y encomiable a la vez, fue convalidada por las sucesivas generaciones de profesionales que emergieron de la Escuela Nacional de Arquitectura a partir de 1924, año en que se inicia como profesor de composición a petición expresa de alumnos, entre los cuales se encontraban Enrique del Moral, Mauricio Campos, Marcia Gutiérrez Camarena y Francisco Arce, quienes encontraron en sus orientaciones el hilo conductor que les habría de permitir asumir la responsabilidad de llevar a cabo radicalmente la nueva arquitectura exigida por el México de los años 20.Para aquilatar en toda su profundidad la aportación orientadora que la labor de Villagrán dio a los jóvenes arquitectos del segundo cuarto del siglo, es imprescindible tener en cuenta que la Revolución trastocó sustancialmente las condiciones materiales en que, a partir de ella, se iba a realizar la arquitectura, al poner a la orden del día la solución de los problemas masivos derivados de las reivindicaciones exigidas por las grandes masas trabajadoras del país. Si decimos que la irrupción de las exigencias de las clases depauperadas nunca antes habían sido contempladas o previstas por sector o clase alguna del país, tal vez nos acerquemos a expresar la magnitud del cambio.Los arquitectos estaban acostumbrados a llevar a cabo grandes mansiones urbanas o solariegas de la vieja oligarquía terrateniente o de la nueva burguesía comercial e industrial. Fuera de estas obras, que sin lugar a dudas constituyeron el grueso de su producción arquitectónica, únicamente proyectaron y construyeron unos cuantos edificios gubernamentales y muchos menos de carácter comercial. Aparte de estas mansiones que les eran muy disputadas por todas las clases de "ingenierías", los arquitectos únicamente habían propugnado el embellecimiento de la ciudad y rescatado para ellos la asignación de todos los proyectos gubernamentales cuya proliferación imaginaron muy cercana a partir de los concursos que se habían convocado para construir el Teatro Nacional o el Palacio Legislativo. Si algo atrajo su atención, además de los dos aspectos ya indicados, fue la controversia no muy acendrada, por cierto, acerca de la procedencia de una orientación nacionalista dentro de la arquitectura.Los pabellones con los que México participó en las exposiciones internacionales de 1889 y 1900, por ejemplo, así como, en la de Sevilla, en 1926, fueron prototipos de eclecticismo nacionalista. El nacionalismo indigenista y el neocolonial se disputaban la aquíescencia social ostentándose, cada uno de ellos, como el cabal y auténtico proseguidor de nuestra tradición cultural.Como esta orientación nacionalista tan elementalmente asumida no encontraba campo propicio para desenvolverse, fuera de las escasas solicitudes gubernamentales motivadas por algún evento internacional, lo más a que dio lugar fueron las reflexiones que sobre el mismo tema llevaron a cabo dos destacados miembros del Ateneo de la juventud: José Vasconcelos y Pedro Henríquez Ureña, quienes plantearon en las postrimerías del porfirismo la posibilidad de erigir una arquitectura nacional no tanto a partir de las formas específicas de la arquitectura colonial, sino del empleo de los materiales tradicionales tales como la chiluca y el tezontle. Sólo dos voces, aisladas entre sí, se levantaron para proponer algunos criterios a partir de los cuales ubicarse ante la arquitectura del futuro.Una fue la del ingeniero Alberto J. Pani, quien retomando un problema que no había encontrado solución en México a lo largo de siglos, hizo ver la importancia de la salubridad y de la higiene respectiva en las casas habitación de las clases pobres, principalmente, sin dejar de apuntar las consecuencias de dicha higiene en el programa general arquitectónico, así como en el criterio proyectual. La otra voz fue la del arquitecto Jesús T.Acevedo, miembro también del Ateneo, quien destacó el papel preponderante que los dos principales materiales de construcción, el acero y el concreto, iban a tener en el futuro de la arquitectura moderna, incomprensible sin ellos. Sin embargo, sea porque hicieron sus recomendaciones en el curso mismo de la fase armada de la Revolución, en 1916 y 1914, respectivamente, o sea porque Pani no resistió o por la prematura muerte de Acevedo, estas opiniones no encontraron mayor eco entre los arquitectos y, es más, todavía en el presente siguen sin encontrar pleno reconocimiento a su indiscutible papel de visionarios. Así pues, los arquitectos estaban completamente desarmados para enfrentarse fructíferamente a las exigencias arquitectónicas suscritas por las grandes masas; y si algo tenían en su haber, era una larga estadía en el eclecticismo estilístico de todo tipo: desde el neoclásico hasta el indigenista, pasando por el art noveau y alguna esporádica incursión en formas "exóticas", como más tarde las titularía Villagrán.
¿Cómo superar el eclecticismo arquitectónico y al mismo tiempo preparar a los arquitectos a las nuevas tareas que los solicitaban? Para Villagránosólo había un camino posible: exhumar la teoría de la arquitectura, revalorarla dentro del herramental profesional, anclarse en la esencia de la arquitectura ahí estudiada y, a partir de todo ello, dar a luz a la arquitectura que el país necesita: "esto que hicieron en el Renacimiento en el siglo XVII, es lo que tenemos nosotros que hacer. Ni neoclásico ni neocolonial; debemos buscar lo que nuestros problemas actuales nos exigen". ¿Cómo era posible esto? ¿Por qué podía Villagrán confiarle a la teoría de la arquitectura un papel a tal punto sobresaliente y decisivo en la reorientación de la práctica profesional?La teoría de la arquitectura, desde sus remotos orígenes en el enigmático Vitruvio Polión, ha sostenido algunas tesis con el carácter de principios arquitectónicos, es decir, con el de piedras ancilares e inconmovibles de la arquitectura, a tal punto inherentes a ella que la más mínima desatención hacia cualquiera de ellas conlleva el riesgo inminente de no realizar una obra de auténtica arquitectura y derivar hacia la ingeniería o hacia la escultura. Uno de estos principios fundamentales es el que establece la obligada y consciente dependencia de la obra de arquitectura respecto de un momento histórico, de su localidad geográfica, de las condiciones climáticas, de la cultura local o regional y del uso específico que se le vaya a dar a los espacios solicitados. Estas exigencias insoslayables para la obra arquitectónica fueron resumidas desde aquellos tiempos en apotegmas teóricos que, en mucho, tenían el carácter de consignas doctrinarias: toda obra de arquitectura debe ser sólida, útil y bella. Sólo en la realización simultánea de dichas cualidades, a las que más tarde Villagrán ubicaría correctamente como valores únicamente en su encrucijada, se encontraba la arquitectura.Estos principios son los que había respetado la gran arquitectura de todos los tiempos. La teoría de la arquitectura los había extraído del análisis de las obras mismas y en todos los casos se mostraban extraordinariamente prolíficos generadores e impulsores del talento compositivo y creativo de los arquitectos, mismos que habían sabido aplicarlos a cada caso concreto, particularizándolos, conectándolos con las circunstancias específicas en los cuales se encontraba cada uno de ellos y, en consecuencia, vivificándoles constantemente. Por tanto, era necesario retomarlos, extraerlos de la teoría, hacer ver hasta qué punto su desacato es lo que explicaba, justamente, el eclecticismo en que habían incurrido todos sus maestros, los arquitectos porfiristas. El pasado era un pasado de desorientación a consecuencia de una subestimación de la teoría arquitectónica. Es por ello que Villagrán convocó a todos sus alumnos y compañeros a hacer congruente la teoría explicada en las aulas de clase con la práctica profesional. Había en toda la arquitectura precedente un divorcio entre ambos elementos. De ahí derivaba toda la incongruencia que podía apreciarse entre la arquitectura que necesitaba un pueblo carente de recursos, que tenía necesidades insatisfechas por décadas, por siglos, y las obras y los estilos con que los arquitectos respondían a esos llamados.En razón de ese inmediato pasado en que todos los estilos fueron petrificados y desnaturalizados al repetírselas indiscriminadamente sin parar mientes en la discordancia que había entre la cultura en que habían emergido y ésta, la nuestra, tan distante en el tiempo y en sus determinaciones culturales; en razón de que tal situación se apreciaba no únicamente en México sino que respondía a toda una etapa atinadamente calificada como "eclecticismo", los grandes teóricos franceses habían concebido otro principio arquitectónico conocido como el de la "sinceridad" arquitectónica, que pretendía no únicamente reafirmar la correspondencia entre las obras de arquitectura respecto de su tiempo histórico, no sólo enfatizar esa historicidad de toda obra arquitectónica, sino, al mismo tiempo, llevar dicha correspondencia a sus últimas consecuencias; es decir, hacerla hegemónica en todas y cada una de las partes o de los elementos arquitectónicos a fin de que la apariencia de la obra, su fachada, formara una unidad con su estructura resistente, y ésta con los usos y funciones humanos que se iba a desarrollar en sus espacios cubiertos. En el mismo. sentido, la sinceridad arquitectónica obligaba a usar los materiales con los procedimientos constructivos que les eran más propios y, al mismo tiempo, manifestar a ambos con plena sinceridad en el exterior. Como se ve, la teoría de la arquitectura procuraba la más cabal correspondencia, homogeneidad y congruencia del conjunto de la obra con cada una de sus partes. ¿Existe principio artístico de más abolengo que aquel que sostiene que toda obra de arte nos lleva a la armanía, es decir, a la concreción de la unidad de las partes y el todo?.Éstas eran algunas de las tesis teóricas que se mostraron más fecundas para hacer germinar a la nueva arquitectura, la propia, la nacional, la moderna; eran conceptos y categorías que, además, mostraban su indisoluble imbricación. Villagrán había aprendido estas tesis de sus profesores, con quienes habían estudiado a Guadet, por ejemplo, el maestro francés en cuya teoría de la arquitectura estaban expuestos estos conceptos.En sus clases de teoría de la arquitectura, en 1926, lo que importaba era encontrar la forma de hacer los conocimientos aplicables. Eran las mediaciones entre los grandes postulados y su instrumentación lo que con toda evidencia no habían podido encontrar los arquitectos porfiristas, quienes conocían a Guadet tan bien como el propio Villagrán. El problema, pues, se centraba en la posible aplicabilidad de aquellos inmutables principios a fin de que fecundaran la nueva arquitectura y no permanecieran estériles.
Villagrán encontró que en la propia teoría se hallaba el puente entre los principios y la práctica profesional concreta en un momento dado; para lograr una arquitectura útil y sólida, a la vez que estética, y cuyos elementos se trataran con sinceridad, era necesario partir del conocimiento profundo de nuestra situación nacional. Los arquitectos no podían resolver el problema socialmente hablando si desconocían las necesidades de nuestro pueblo. ¿Cómo resolver un problema si se le desconoce? En consecuencia, la arquitectura debía reivindicar la utilidad como uno de sus valores propios, pero ¿cómo hacerlo cuando se desconocía a qué grupos sociales iba a satisfacer, sus condiciones económicas, ideológicas, culturales, sus hábitos y costumbres?En en el año de 1925 se le encomendó a Villagrán el proyecto de la llamada Granja Sanitaria, a la vez que el del Instituto de Higiene. Se trataba de contar con los espacios adecuados para elaborar la vacuna antivarilosa. Para ello, la granja necesitaba de establos para la inoculación de los animales, así como depósitos de forrajes, baños para los animales y los laboratorios correspondientes. Pero ¿qué pasó al momento de iniciar el proyecto?; ¿contaban los médicos con el programa arquitectónico? Dicho de otra forma, ¿sabían qué espacios necesitaba el instituto y cuáles eran las finalidades de cada uno de ellos a fin de que el arquitecto pudiera complementarlas todas? Nada de eso. Según se lee en la memoria respectiva: "se presentaron dificultades de carácter técnico debido a la falta de un programa de funcionamiento que permitiera deducir las condiciones arquitectónicas del edificio".Así pues, lo que Villagrán propugnaba en las aulas, lo ratificaba su propia práctica profesional: el desconocimiento de nuestros problemas, de nuestras necesidades, era el principal obstáculo para proyectar la nueva arquitectura. A fin de cuentas, el proyecto de la Granja Sanitaria y del Instituto de Higiene pudo llevarse a cabo gracias a la información obtenida en instituciones estadunidenses dedicadas al procesamiento de las mismas vacunas.Villagrán corroboraba la inaplazable urgencia de conocer a fondo nuestros problemas, nuestro país, para poder tener éxito en la toma de decisiones. Esta tesis la expuso en su primera conferencia pública, cuando en 1931 la Sociedad de Arquitectos Mexicanos organizó la Primera Convención Nacional de Arquitectos Mexicanos. Ahí señaló: "Mis proposiciones van por ahora a concentrarse en los tres puntos esenciales que he desarrollado como fases de la producción arquitectónica; el primero se refiere a la investigación que denominé continua y que sirve de base común para los problemas particulares: el conocimiento perfectamente real de la situación social de nuestro pueblo en las distintas regiones de la República; pretendo fundar sobre este conocimiento, las soluciones que constituyen nuestra verdadera arquitectura nacional: de hoy: cimiento sólido, inconmovible, porque estará apoyado sobre la realidad misma de nuestras exigencias sociales; propongo emprender una obra de investigación social que reúna en un solo organismo de trabajadores a aquellos que se interesen por esta lenta labor de conquista cultural que forma parte este programa de acción". ¿Quiénes participarían en esta empresa de investigación que proponía Villagrán a la Convención Nacional? Antropólogos, sociólogos, higienistas, ecólogos, geógrafos y, dado que se trataba de una "labor de reconquista del país", sería obligación de "todos los universitarios mexicanos".
Cuando Villagrán expuso estas ideas y este programa de acción para sobre él fundar la nueva arquitectura, apenas tenía ocho años de práctica profesioiial. Se había recibido de arquitecto en 1923 y ya en 1926 fue nombrado presidente de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos. En 1929 se le había encomendado la realización de un hospital que se convertiría en otro hito de la historia de la arquitectura moderna: el Hospital de Huipulco, que fue proyectado a partir del conocimiento del programa arquitectónico, esto es, de la suma de finalidades diversas que tenía que satisfacer como un hospital en el México agobiado por la crisis económica del 29.En 1939 fue nombrado director de la Escuela de Arquitectura; cargo con el que se le reconoció públicamente como el maestro de la arquitectura moderna de México, como el guía, como el educador. Al poco tiempo inició la primera política de construcción de hospitales, colaborando con el doctor Gustavo Baz. A partir de aquí su obra como arquitecto corre paralelamente con la realizada en las aulas, exponiendo e insistiendo siempre en la fecundidad de la teoría para encontrar las mediaciones entre los más abstractos postulados teóricos y la aplicación de ellos a la realidad concreta. El maestro Villagrán los supo encontrar para su momento y bien podemos confirmar su vigencia actual en la medida y proporción en que todavía no es toda la arquitectura - ni siquiera la realizada por los profesionales de ella - la que se ejerce previo conocimiento de nuestra realidad nacional. En ese sentido, Villagrán es vigente y puede alentar a las generaciones futuras.José Villagrán García ha sido el único arquitecto miembro de El Colegio Nacional; también lo fue de la Academia Nacional de Arquitectura; exmiembro de la junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México y dos veces galardonado con sendos premios nacionales, correspondiendo, uno, al de Artes y, otro, al Primer Premio Nacional de Arquitectura. Fue uno de los constructores más destacados de México. Entre sus obras se cuentan, además de las citadas: la Maternidad y el Deportivo Mundet, el Instituto Nacional de Cardiología, el Hospital Infantil, el Centro Universitario México, el Pabellón de Cirugía del sanatorio de Huipulco, el sanatorio para tuberculosos en Zoquiapan, el Hospital de jesús, la Escuela Nacional de Arquitectura, el Centro Inmobiliario América, el Rastro y frigorífico de la Ciudad de México, el nuevo Instituto de Cardiología y muchas más.El maestro de la arquitectura moderna de México falleció el jueves 10 de junio, de 1982. Quien quiera encontrar al maestro Villagrán, que camine un poco por la ciudad de México.

Arquitectura Moderna en México; Contexto Historico

México tiene tal extensión y variedad de paisajes que siempre puede observarse desde distintos puntos de vista y descubrir cosas nuevas.Cuando estuve hace dos años, lo que más me impactó fueron sus contrastes:Por un lado, los contrastes económicos. Tales contrastes no se encuentran normalmente en las ciudades europeas. En el centro urbano conviven los edificios institucionales (de estilo clasicista o Beaux Arts), los hoteles de lujo, los comercios más caros con miles de pobres vendedores ambulantes.Por otro lado, los contrastes entre los diferentes barrios de la ciudad. México DF es tan grande que abarca diferentes ciudades con su propio origen, historia y habitantes. La densidad general se mantiene baja pero la ciudad se sigue extendiendo por el territorio.Por último, la coexistencia de dos civilizaciones. México es al mismo tiempo la ciudad europea y la ciudad indígena. La plaza de las tres culturas así lo refleja con sus tres edificios simbólicos: la iglesia de estilo clásico colonial, unos hallazgos arqueológicos aztecas y un bloque moderno.

La arquitectura moderna

La arquitectura moderna mexicana, a pesar de su fuerte influencia de de Europa, tiene sus rasgos propios. Se acerca de nuevo a su tradición prehispánica. Las formas de Teotihuacán a menudo se repiten en las obras de este siglo.Un ejemplo es C.U., la Ciudad Universitaria, proyectada entre 1950 y 1952 por 150 arquitectos e ingenieros. Este proyecto fue después de la Revolución el marco perfecto para la modernidad, el nuevo hombre.CU presenta el contraste mexicano entre intento de modernidad e identidad nacional. En él no se buscó la identidad internacional sino una unidad como nación, a pesar de las diferencias abismales y contrastes internos de México.La integración funcional de los edificios resultó un problema debido a la topografía. El tema se resolvió con andadores, escaleras y aterrazamientos (como en la arquitectura precolombina).En el proyecto y concepción de C.U. se unificaron principios modernos y referencias históricas. El campus central, por ejemplo, debe su orden a un eje central y una gran plaza. Este eje cental puede compararse con la “Calzada de los Muertos” de Teotihuacán. En cambio se evita en aquí la simetría.Los murales en las fachadas (un buen ejemplo es la Biblioteca Central, de O´Gorman) muestran un simbolismo precolombino. Los artistas mexicanos, concienciados con su pasado y los aspectos didácicos de la Revolución, contradicen el Estilo Internacional con representaciones corpóreas, simbólicas y metamórficas y un significado cultural.El Museo Nacional de Antropología es otro ejemplo de la revalorización e importancia de las civilizaciones precolombinas. El presidente Adolfo López Mateos declaró en la inaguración en 1964:“(…) Frente a los testimonios de aquellas culturas el México de hoy rinde homenaje al México indígena en cuyo ejemplo reconoce características de su originalidad nacional."El edificio se construyó entre 1963 y 1964 según el proyecto de Pedro Ramírez Vázquez gebaut. Se encuentra en el bosque de Chapultepec, en una gran superficie de 70000 m2. Los 30000 m2 para espacio de exposición se divide en 23 salas: 12 explican la historia prehispánica de México, aquí puede verse una importante colección de hallazgos arqueológicos como utensilios manuales, estatuillas, elementos arquitectónicos, etc. de las diferentes culturas indígenas. Las otras 11 documentan sobre la etnografía del país y las culturas indígenas que aún existen hoy en día.Las diferentes partes forman una planta rectangular con –una vez más- un eje central y una gran plaza en medio. La simetría, la simplicidad de formas, los materiales y el contacto con la naturaleza tienen mucha relación con Teotihuacán. Se hizo un esfuerzo por que el visitante pudiese utilizar el espacio exterior, también cuando lloviese. Por eso está el patio cubierto con un gran “paraguas” de apoyo central a modo de fuente, por donde sale agua constantemente. Como elemento identificativo se encuentra una escultura de Tlaloc (dios de la lluvia).El espacio interior también fue diseñado cuidadosamente: la luz, los recorridos a través del espacio y la sensación de interior y exterior, el modo de exponer los objetos…La utilización de algunos elementos como celosías recuerdan a las formas prehispánicas.La arquitectura de
Barragán

Luis barragán es una figura importante de la arquitectura mexicana del siglo 20. Su obra es muy personal y bastante atemporal. Nació en Mexico y fue fuertemente influído por sus tradiciones históricas. En su periodo racionalista también fue influído por Le Corbusier, pero sus obras más importantes son posteriores, con su casa en el barrio de Tacubaya y el Convento de las Capuchinas Sacramentarias en Tlalpan.La arquitectura de Barragán trasciende la materialidad física de sus paredes para transportarnos a un “espacio emocional”. Siempre trabaja con materiales sobrios y cuerpos macizos (como en la arquitectura tradicional) que juegan con la naturaleza (agua y vegetación) y con la luz.
Teodoro González de León

Finalmente nos acercamos al arquitecto actual Teodoro González de León. Él y Francisco Serrano pertenecen a una generación que busca su expresividad en determinados elementos de la arquitectura mexicana de todos los tiempos: grandes espacios abiertos, superficies rugosas y materiales robustos.Juntos ganaron el concurso para la Embajada de México en Berlin. El edificio de la nueva embajada debía estar a la altura de las grandes expectativas. Era necesaria una construcción que representara a México en el exterior y al mismo tiempo se adaptara al entorno de Berlin, concretamente a la zona de Tiergarten, donde debía ubicarse.El edificio cuenta con rasgos de la arquitectura mexicana. Tal y como dice el propio arquitecto:“ (…) Un país es representado. Por lo tanto hay que trabajar con formas que representen el país. En este caso procede pensar en una cierta monumentalidad – en un edificio que va a ser considerado como un monumento.”Un edificio concebido como un símbolo de la ciudad es, ante todo: la fachada y el acceso. Teodoro González de León lo tiene en cuenta. La fachada de la Embajada es, al mismo tiempo, monumental y moderna, al igual que el antiguo y el actual México. Se compone de pilares de hormigón visto blanco y tiene una entrada en diagonal con una ancha escalera a la izquierda. El hormigón está compuesto totalmente de mármol: fragmentos de mármol con mármol molido. Algo nada sencillo. Teodoro Gonzälez de León consigue con ello un efecto especial de reflexión de la luz y una superficie rugosa, sin recubrimiento, que muestra el material constructivo. Se consigue así una fuerte sensación de plasticidad arquitectónica actual, en la que se han utilzado las tecnologías más nuevas.En el espacio interior es la calidad lumínica especialmente impresionante. La luz inunda el patio, un cilindro de 18 metros de altura, que sirve de punto de paso de toda la gente. Para Teodoro González de León debe ser luminosa y rica en reflejos. Su edificio nos convence de ello.El siguiente texto está escrito por el arquitecto. Cuatro puntos son especialmente importantes en relación a su obra:-La organización del edificio en torno a un patio central, donde la gente puede encontrarse-La luz, que revela las formas y los volúmenes y a través de la cual el espacio interior existe-La importancia de la entrada y el diálogo con la ciudad-El tectonismo de los materiales y el uso de hormigón en sus obras-la arquitectura como símbolo de una cultura“La arquitectura es un negocio que llevamos a cabo a través de las ideas y la practica. Las ideas constituyen nuestra visión personal de los edificios. La practica modifica esta visión, estableces limites y provee de nuevas ideas. A través de mis 48 años de practica regular, algunas ideas han desaparecido, otras han permanecido e ideas nuevas han emergido. El propósito de este prefacio es comentar brevemente estas ideas. Pienso que la arquitectura es una configuración espacial, una construcción y una representación cultural. Estos tres aspectos están siempre presentes e intrínsicamente enlazados. El espacio esta formado con volúmenes (volúmenes que envuelven y desenvuelven el espacio).El espacio es formado en respuesta al clima y las características del lugar, es también usado para extender las actividades humanas. Estoy interesado en ver edificios organizados alrededor de "lugares" donde la gente inevitablemente se reúne alrededor de espacios centrales como patios, andadores, donde los usuarios se encuentran y donde la vida compartida es la principal forma de interacción. Lugares en donde el destino se desenvuelve, enriqueciendo nuestras vidas. En mis trabajos recientes, di forma al espacio ensamblando volúmenes diferentes dentro de composiciones estrictamente calculadas que parecen ser accidentales. Estoy convencido mas que nunca que es a través de la luz -y de las dificultades en su manejo- que la composición del volumen es revelada. Pienso, como Le Corbusier,que los interiores existen solo cuando son inundados con luz. Estoy interesado en manejar el acceso como un evento: celebrando el lugar en donde los visitantes tienen su primer contacto con esas obras. He diseñado vestíbulos abiertos que son arcadas, las cuales en su caso, nos dan la oportunidad de estar en contacto con la calle. Esos espacios abiertos son también una revelación de la ciudad en la arquitectura. Además, también pienso que cada edificio debería establecer un dialogo con la ciudad. Esta es la responsabilidad mas grande de los arquitectos trabajando en las ciudades enormes y caóticas que la sociedad moderna trajo consigo. Nuestra tarea es asegurar que cada edificio sea un punto de referencia identificando el lugar en el que fue construido.Hablando de construcciones, estoy interesado en mostrar como las obras pueden expresar la forma en que fueron ejecutadas, como se sostienen y donde sus refuerzos mienten. Las obras deberían expresar su tectonismo (la poesía de la construcción). En mis obras, he evitado los recubrimientos: los materiales estructurales hacen las fachadas. Estoy constantemente buscando formas de reducir los detalles. El concreto ha sido el material predominante en mis obras, porque se adapta a mis objetivos formales y responde al actual desarrollo tecnológico de mi país.Construyendo y formando espacios, dos de los tres aspectos del arte arquitectónico. Ellos requieren experiencia (Le Corbusier solía decir que Mozart no existe en la arquitectura), y también un pensamiento lógico y racional: Son un producto de nuestra conciencia. Pero la arquitectura inevitablemente transmite dentro de ella los signos del tiempo y lugar en donde fue concebida. La arquitectura crea escenarios que representan nuestra cultura y que nosotros podemos identificar.Las representaciones vienen del subconsciente, de nuestro pasado cultural. Este es la parte intemporal de la arquitectura, la parte en donde se convierte en una de las bellas artes, crea emoción y permanece mas allá de nuestra época. Representa nuestra época y no tiene limites espaciales; es internacional, pero si es genuina, sus antecedentes son lanzados con expresión local.Expresa el subconsciente colectivo de cada país.”

Ludwig Mies van der Rohe (1886-1969)

Arquitecto alemán nacionalizado estadounidense, uno de los maestros más importantes de la arquitectura moderna y con toda probabilidad el máximo exponente del siglo XX en la construcción de acero y vidrio.

Nació el 27 de marzo de 1886 en Aquisgrán (Alemania) y se formó como colaborador en los estudios del arquitecto y diseñador Bruno Paul —entre 1905 y 1907— y del pionero de la arquitectura industrial Peter Behrens —entre 1908 y 1911—. En 1912 abrió su propio estudio en Berlín.

Durante los primeros años recibió muy pocos encargos, pero las primeras obras ya muestran el camino que continuaría durante el resto de su carrera. Entre los proyectos no construidos más emblemáticos de esta etapa están una colección de rascacielos de acero y vidrio, que se convirtieron en el símbolo de la nueva arquitectura. A finales de la década de 1920 acometió dos de sus obras maestras más representativas: el pabellón alemán para la Exposición Universal de Barcelona de 1929 (para el que diseñó también el famoso sillón Barcelona, de acero cromado y cuero) y la casa Tugendhat (1930) en Brno (actual República Checa). En ambos edificios utilizó una estructura de pequeños pilares metálicos cruciformes que liberaban el área de la planta, compuesta por espacios que fluyen entre ligeros paneles de ónice, mármol o madera de ébano, delimitados por grandes cristaleras que ocupan toda su altura.
La arquitectura de Mies se caracteriza por una sencillez esencialista y por la sinceridad expresiva de sus elementos estructurales. Aunque no fue el único que intervino en estos movimientos, su racionalismo y su posterior funcionalismo se han convertido en modelos para el resto de los profesionales del siglo. Su influencia se podría resumir en una frase que él mismo dictó, y se ha convertido en el paradigma ideológico de la arquitectura del movimiento moderno: 'menos es más'. Su obra se destaca por la composición rígidamente geométrica y la ausencia total de elementos ornamentales, pero su poética radica en la sutil maestría de las proporciones y en la elegancia exquisita de los materiales (en ocasiones empleó mármol, ónice, travertino, acero cromado, bronce o maderas nobles), rematados siempre con gran precisión en los detalles.
Mies dirigió la Escuela de Arte y Diseño de la Bauhaus, uno de los focos principales para la evolución del movimiento moderno, entre 1930 y 1933, fecha en que fue clausurada por el partido nazi. En 1937 emigró a Estados Unidos, donde ejerció el cargo de director de la Escuela de Arquitectura del Illinois Institute of Technology. Desde la ciudad de Chicago se convirtió en el maestro de varias generaciones de arquitectos estadounidenses, además de construir numerosos edificios, entre los que destacan los apartamentos de Lake Shore Drive (1948-1951) o el Crown Hall del MIT (1950-1956). Entre sus obras más emblemáticas de esta etapa destaca el Seagram Building (1958), un rascacielos de 37 pisos de vidrio y bronce construido en Nueva York junto a su discípulo Philip Johnson, y que se convirtió en el paradigma del International Style, definido por el propio Johnson en un libro de 1932. Sin embargo, unos años antes Mies había realizado su obra maestra estadounidense, la casa Farnsworth en Plano (junto al río Fox, Illinois, 1950), un pequeño refugio delimitado por un muro-cortina de vidrio plano, que se ha convertido en una de las residencias más estudiadas (y también más criticadas) de la arquitectura del siglo XX.
Se considera uno de los maestros más importantes de la arquitectura moderna, junto con el suizo-francés Le Corbusier y el estadounidense Frank Lloyd Wright. Su huella ha sido especialmente profunda en Estados Unidos y la mayoría de los rascacielos construidos por todo el mundo siguen parcial o totalmente sus planteamientos compositivos. Murió el 17 de agosto de 1969 en Chicago.

Walter Gropius (1883-1969)

Arquitecto y profesor alemán, fundador de la Bauhaus, la escuela de arte que capitalizó la investigación sobre arquitectura y artes aplicadas durante la primera mitad del siglo XX. Sus principales hipótesis, que formaban parte de los principios ideológicos de esta escuela, fueron la economía expresiva y la adecuación a los medios productivos para todas las formas de diseño, una especie de maridaje entre el arte y la ingeniería. Estos conceptos también se plasman en sus edificios, que ejercieron una enorme influencia en la arquitectura moderna.


Gropius nació en Berlín el 18 de mayo de 1883 y estudió arquitectura en las universidades de Munich y Berlín-Carlottenburg. Entre 1907 y 1910 trabajó en el estudio del arquitecto Peter Behrens, uno de los pioneros del diseño moderno. En 1911 se unió al Deutscher Werkbund, institución creada para coordinar el trabajo de los diseñadores con la producción industrial. En colaboración con Adolph Meyer proyectó la fábrica Fagus en Alfeld (1910-1911) y el edificio de oficinas de la exposición del Werkbund en Colonia (1914), que le dieron a conocer en toda Europa. Después de la I Guerra Mundial dirigió dos escuelas de arte en Weimar, hasta que las transformó, en 1919, en la nueva Staatliches Bauhaus, donde introdujo una pedagogía que aunaba el estudio del arte con el de la tecnología. Los estudiantes aprendían a través de distintos talleres las habilidades básicas de los principales oficios, y así se familiarizaban con los materiales y los procesos industriales. Este método hizo posible un gran acercamiento a la realidad de la producción en serie y revolucionó el mundo del diseño industrial moderno. Cuando la escuela se trasladó a Dessau, Gropius proyectó los edificios que la acogerían, caracterizados por una exquisita simplicidad formal y por el empleo de grandes superficies de vidrio plano.


Gropius abandonó su cargo como director de la Bauhaus en 1928 y continuó su carrera como arquitecto. Su oposición al partido nazi le obligó a abandonar Alemania en 1934, y después de pasar varios años en Gran Bretaña emigró a Estados Unidos para dar clases en la Universidad de Harvard. Allí se hizo cargo del departamento de Arquitectura (1938-1952), donde introdujo muchas de las ideas desarrolladas en la Bauhaus, y formó a varias generaciones de arquitectos estadounidenses. En 1946 creó un grupo llamado Architects' Collaborative, que se hizo cargo de muchos proyectos de gran envergadura, como el Harvard Graduate Center (1949), la embajada de Estados Unidos en Atenas (1960) o la Universidad de Bagdad (1961). También construyó el edificio de la Panam (1963) en Nueva York, en colaboración con el arquitecto italoestadounidense Pietro Beluschi. Gropius murió el 5 de julio de 1969 en Boston.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Le Corbusier

Le Corbusier (1887-1965), sobrenombre profesional de Charles Édouard Jeanneret, pintor, arquitecto y teórico franco-suizo, al que se considera la figura más importante de la arquitectura moderna tanto por sus numerosas innovaciones como por la maestría y vigencia de sus obras.

Nació el 6 de octubre de 1887 en La Chaux-de-Fonds (Suiza), y en esta misma ciudad estudió Artes y Oficios. Trabajó dos años con el parisino Auguste Perret, pionero en la utilización arquitectónica del hormigón armado, y más tarde viajó a Alemania para colaborar esporádicamente en el estudio de Peter Behrens (donde conoció al joven Mies van der Rohe) y trabar relación con Josef Hoffmann y la Deutscher Werkbund. En 1922 se asoció en París con su primo, el ingeniero Pierre Jeanneret, y adoptó como arquitecto el seudónimo de Le Corbusier (del francés, “el cuervo”, adaptación del apellido Lecorbésier de su bisabuela), que ya había empleado con anterioridad en sus escritos.

  • Pintura y Teoria
Aunque su principal carrera fue la de arquitecto, también practicó con acierto la pintura y la teoría artística. Como pintor se asoció a Amédée Ozenfant para fundar el movimiento purista, una corriente derivada del cubismo. En 1920 fundó con él la revista L'Esprit Nouveau, para la que publicó numerosos artículos sobre sus teorías arquitectónicas. Una de sus principales aportaciones, aparte del rechazo a los estilos historicistas compartido con otros arquitectos y teóricos del movimiento moderno, es el entendimiento de la casa como una máquina de habitar (machine à habiter), en consonancia con los avances industriales que incorporaban los automóviles, los grandes transatlánticos y los nuevos aeroplanos. Sin embargo, siempre consideró fundamentales las lecciones de la arquitectura clásica.
Definió la arquitectura como 'el juego correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz', fundamentada en la utilización lógica de los nuevos materiales: hormigón armado, vidrio plano en grandes dimensiones y otros productos industriales. Sus escritos más importantes se recogen en varios libros, entre los que destacan Hacia una arquitectura (1927), La casa de los hombres (1942) y Cuando las catedrales eran blancas (1947).
  • Urbanismo
Entre sus preocupaciones también destacó la necesidad de una nueva planificación urbana, adecuada a los condicionantes de la vida moderna. Una de las principales aportaciones de Le Corbusier fue la idea de liberar el territorio, construyendo una ciudad en bloques de cierta altura ubicados en grandes espacios libres y conectados por vías eficientes. Sus propuestas más radicales se recogen en la llamada Ville Radieuse, un especie de ciudad teórica que se fue concretando en numerosas propuestas (plan Voisin para París, plan Obus para Argel, Chandīgarh) y tuvo una enorme influencia en el urbanismo posterior a la II Guerra Mundial. Por otra parte, su intervención fue decisiva en el IV Congreso del CIAM (Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna) y en la consiguiente redacción de la Carta de Atenas. En ella se estableció definitivamente el concepto de la zonificación, basado en la especialización de los sectores urbanos respecto a las funciones básicas del hombre: habitar, trabajar, descansar y circular.

  • Periodo de Entreguerras
Durante la década de 1920, Le Corbusier elaboró numerosos proyectos urbanísticos y residenciales, pero sólo pudo construir una serie de villas unifamiliares cercanas a París que le sirvieron para concretar sus cinco postulados sobre la nueva arquitectura: bloques elevados sobre pilotis (pilares), planta libre, fachada libre independiente de la estructura, ventanales longitudinales (fenêtre en longueur) y cubiertas planas ajardinadas. Entre los edificios de esta época destacan el pabellón del Esprit Nouveau en París (1925), auténtico manifiesto de la nueva arquitectura construido con motivo de la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París; la villa Stein en Garches (1927), cuya fachada esquemática ilustra la exigencia compositiva de los trazados reguladores; y la villa Savoie en Poissy (1929-1931), obra maestra donde se resumen todos sus postulados teóricos y se introducen nuevos conceptos como el de “paseo arquitectónico”, concretado en una rampa que conecta los sucesivos espacios interiores y exteriores, desde el garaje al solarium. Entre los proyectos no construidos cabe destacar los de la Sociedad de Naciones en Ginebra (1927) y el palacio de los Soviets en Moscú (1931), dos concursos muy ilustrativos de la actitud de las instituciones de la época ante la arquitectura del movimiento moderno.

  • La PosGuerra

Paulatinamente, la obra de Le Corbusier evolucionó hacia un cierto carácter monumental, alentada por encargos de mayor envergadura y un creciente prestigio internacional. En la casa de Suiza de la Ciudad Universitaria de París (1931-1932) empleó por vez primera grandes pilotis de hormigón armado, primer atisbo de un estilo más expresionista, caracterizado por el empleo casi escultórico del béton brut (hormigón visto de acabado tosco), denominado por sus seguidores brutalismo.
Después de la II Guerrra Mundial acometió una de sus obras más emblemáticas, la Unidad de Habitación de Marsella (Unité d'Habitation, 1947-1952), un enorme bloque de viviendas donde cada elemento está ideado con precisión, delicadeza y una incontenible fuerza expresiva: desde la imagen majestuosa de paquebote, anclado al terreno por vigorosos pilotis y coronado por una terraza vitalista y orgánica, hasta la forma de acoplar las viviendas pasantes, el encanto colorista de las terrazas o el carácter unificador de los brise-soleil (parasoles). Además, en esta obra puso en práctica un elaborado sistema de proporciones publicado con el nombre de modulor (basado en la sucesión de Fibonacci), con cuyo manejo sutil consigue que el conjunto no pierda en ningún momento la escala humana.
En la década de 1950 proyectó otras obras de gran trascendencia, en especial la iglesia de peregrinación de Notre Dame du Haut en Ronchamp (Francia, 1950-1954), un hito paisajístico de formas fantásticas y espacio envolvente, inundado de luz coloreada; el monasterio de los dominicos de La Tourette (1957-1960), donde el silencio y la meditación inspiran esa nueva arquitectura monumental y sensible; y el planeamiento urbano de Chandīgarh, la ciudad construida en la India como nueva capital del Punjab, para cuyo capitolio proyectó los edificios de la Asamblea (1953-1961), el palacio de Justicia (1952-1956) y el Secretariado (1958). Sin embargo no cesó de explorar nuevos caminos, como muestran el pabellón Philips (1958) para la Exposición Universal de Bruselas, una estructura de paraboloides hiperbólicos, o el Centro Le Corbusier en Zurich (1963-1967), pionero de la arquitectura high-tech.
Sus aportaciones a la arquitectura del siglo XX fueron constantes, y su incesante actividad propagandística ayudó al éxito del movimiento moderno, tanto en su país de adopción (Francia) como en el resto del mundo. Sus seguidores han sido numerosos, y sus enseñanzas siguen siendo fundamentales en las escuelas de arquitectura. Defensor apasionado de la cultura mediterránea, ese mismo mar le vio morir el 27 de agosto de 1965 en Cap Martin (Francia).

  • Bibliografia

Boesiger, Willy.

Le Corbusier. Barcelona:

Editorial Gustavo Gili, 1976.